Comunicado/Trascender Online Noticias
El uso de aceites y grasas como laxantes en los bebés para desparasitarlos y curarlos del empacho, estreñimiento o de congestión nasal son remedios ancestrales altamente peligrosos, pues su ingesta representa un riesgo latente de que estas sustancias sean broncoaspiradas y dañen la función pulmonar, entre otros daños colaterales.
Mario Ramón Montejo Ehuan, jefe del Departamento de Pediatría del Hospital General de Zona (HGZ) No. 2 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en Tuxtla Gutiérrez, dijo que los remedios más socorridos para los problemas digestivos son los aceites de ricino, oliva y almendras dulces, así como la grasa de pollo y manteca de cerdo.
Explicó que el uso de estos remedios tradicionales es más frecuente durante los primeros tres meses de nacido, etapa en la que se presenta la distensión del estómago, flatulencias y evacuaciones líquidas. Ante ese cuadro, la madre o sus familiares tratan de aliviar a su niño y le dan a tomar una cucharadita de aceite para remediar el empacho o para que elimine lo que tiene pegado en el estómago.
Sin embargo, el especialista del IMSS señaló que esas ideas son falsas y ninguno de estos remedios es efectivo, se trata más bien de un cuadro de
dispepsia transitoria del recién nacido, y se debe a que la leche materna provoca gases, y algunos niños tienen problemas para eliminarlos; es normal también que los neonatos tengan evacuaciones líquidas o semilíquidas, de olor ácido o fétido y de color verdoso amarillo, la leche es naturalmente un laxante.
El uso de aceites o grasas pueden ser más peligrosos en los niños que sufren reflujo gastroensofágico- hasta en un 15 por ciento tiene esta enfermedad-, el alimento junto con el aceite se regresan por la boca o se vomitan, lo que da una alta probabilidad que parte de estas sustancias se pueden ir hacia las vías respiratorias y al pulmón. El bebé también puede bronco aspirar el aceite al forzarle para que ingiera la cucharada.
Una vez aspirado el aceite, pueden transcurrir entre uno y cinco días antes de que se manifieste el daño en pulmón. Al principio, sólo hay tos, después los síntomas (fiebre, dificultad para respirar, decaimiento general) frecuentemente se confunden con los de una infección respiratoria, cuando en realidad se trata de la acumulación de esta sustancia en el pulmón.