Un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla
Walter Rincón Rovelo/Trascender Online Opinión
Cuando Andrés Manuel López Obrador tenía casi en la bolsa la presidencia de la república, en las elecciones del 2006 cometió el más grande de los yerros que lo llevó a su derrota, ridiculizar al mandatario de la nación de ese entonces, Vicente Fox Quesada con aquella frase imborrable: «cállate chachalaca».
En lo personal, no creí que su equivocación se convertiría en agua en el desierto, en luz de esperanza para los estrategas del PAN y del PRI, sí, también del PRI, quienes de inmediato alimentaron un inexistente sentimiento de protección a la figura presidencial, cobrando mayor fuerza aquello de que AMLO es un peligro para México, y así poder allanarle el camino hacia Los Pinos.
Los mexicanos se tragaron el anzuelo, claro, no todos, porque la elección del 2006 sigue siendo recordada como una de las más fraudulentas en la historia del país, insisto es recordada, pero no quiere decir necesariamente que sea cierto.
Nunca había visto una ola tan grande de spots en radio y televisión, comentarios de analistas «críticos» en cadena nacional para hacer una defensa a ultranza a favor del respeto a la investidura presidencial, inyectándole ese veneno morboso en contra de López Obrador.
La intención del voto a favor del tabasqueño empezó a caer estrepitosamente en las encuestas. No sé si a Felipe Calderón Hinojosa le alcanzó con esa maniobra para erigirse legítimamente presidente de México, lo que sí sé, porque lo viví como ciudadano, es que a México le fue bien, a pesar de sus claros oscuros que existen en todos los gobiernos de todos los países del mundo. Claro se vale no estar de acuerdo.
Estoy convencido que si en ese entonces, con las redes sociales que tenemos, se diera el «cállate chachalaca», la historia habría sido distinta, porque evidentemente la mayoría de los mexicanos no respetan la figura presidencial, pues ni el mismo presidente se respeta, y no es de ahorita, son muchos los Jefes del Poder Ejecutivo Federal que no han sabido honrar ni llevar con dignidad y estoicismo el cargo de mayor importancia en el país.
Pero bueno, párrafos arriba cité al PRI en esta telaraña que se construyó en contra del tabasqueño. Los mandamás del tricolor de aquel tiempo pactaron de nuevo con el blanquiazul (como lo hizo Zedillo con Fox y un sexenio después Calderón con Peña Nieto), para mantener al PAN por segunda ocasión consecutiva en la Presidencia de la República. El pacto se fraguó debido a que existía y aún permanece el común denominador, es decir el enemigo común: López Obrador, un peligro para México.
Según las encuestas, el único que le podía ofrecer batalla a AMLO era precisamente Calderón Hinojosa, ya que el candidato del PRI, Roberto Madrazo se encontraba en la tercera posición y demasiado rezagado. El priismo no tenía ninguna posibilidad, mas que optar por el pacto en contra del tabasqueño y apostarle al desgaste del gobierno calderonista, para después intentar volver por sus fueros tal y como sucedió con Peña.
El final de esta historia ya la conocemos: Felipe Calderón se alzó con el triunfo con 233 mil votos, tan sólo el 0.56% de diferencia con respecto a López Obrador, quien iracundo convocó a movilizaciones nacionales y bloqueos como el ocurrido en el Paseo de la Reforma, en la ciudad de México, además de proclamarse presidente legítimo.
De las historias conspiradoras que se ciernen al rededor de AMLO también las hay como el que la clase económica, social y política dominante en el país no le convenía y ni le conviene a sus perversos intereses un presidente como López Obrador.
Hoy, el tabasqueño vuelve a estar a la cabeza de las preferencias electorales. Por citar sólo una encuesta, la del periódico El Financiero, el líder de Morena cuenta con el 33% de la intención del voto, seguido por Margarita Zavala, con 27%.
Indiscutiblemente, hoy están casi dadas las condiciones para que López Obrador pueda ser el próximo presidente de México, y digo casi, porque a pesar de los años y su acumulada experiencia, no hay que olvidar su temperamento y deslices que a veces horriblemente tiene, es decir, en otras palabras: gallina que come huevo aunque le quemen el pico.
En fin.