Hambre mata a los niños desplazados por Boko Haram
Los médicos se movilizan para atender al pequeño Abdulahi, un niño de dos años desplazado por el conflicto que provoca la amenaza de la agrupación islamita Boko Haram en Nigeria. Como él, 50 mil niños están muriendo de hambre en el norteño estado de Borno.
Un doctor coloca el gota a gota de suero, otro prepara una jeringa. El pequeño permanece inmóvil, con el cuerpo hinchado por el kwashiorkor, una enfermedad infantil causada por un déficit de proteínas. Su torso se mueve ligeramente al ritmo de la respiración. Con el goteo logran estabilizar su nivel de glucemia.
Está mejor que hace 20 minutos, explica un médico en el centro de Gwange, un hospital en Maiduguri gestionado por la organización humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF). Pero su estado sigue siendo crítico, advierte.
Su madre, Hadiza, permanece de pie, en el otro extremo de la cama, como si quisiera alejarse de las máquinas y tubos que envuelven la cabeza de su hijo. Aparta la mirada, entre lágrimas.
En la unidad de cuidados intensivos, las 14 camas están siempre ocupadas, dice el personal médico. A Hafsat, un bebé de 13 meses, solo le queda la piel sobre los huesos. Parece dormida, vencida por el agotamiento.
Su madre murió el mes pasado, explica su tía, Fatima Ladan. Traté de amamantarla, pero no tengo suficiente leche. Y no consigue tragar el pumply nut. Lo vomita todo, afirma esta mujer, en alusión a un suplemento alimentario para la malnutrición aguda. En la misma unidad, Hauwa observa en silencio a su nieta de 14 meses. Rezo para que Dios nos envíe comida, confía.
Llamados de ayuda
Mientras esta abuela le ruega a Dios, las organización no gubernamentales y el gobierno nigeriano no dejan de pedir ayuda urgente a la comunidad internacional.
Los ataques de Boko Haram dejaron más de 20 mil muertos y se estima que 1.5 millones de personas se refugiaron en la ciudad de Maiduguri. En todo el país, hay 2.6 millones de desplazados.
La Organización de Naciones Unidas (ONU) anunció en junio que casi 250 mil niños menores de cinco años sufren malnutrición aguda en el estado de Borno.
Pese a estas impresionantes cifras, la ayuda internacional se hace esperar.
Unos 4.5 millones de personas necesitan ayuda alimentaria de urgencia en el noreste del país. Dos veces más que en marzo y un dato, muy, muy por encima del umbral de emergencia, según el doctor Bamidele Omotola, nutricionista para Unicef.
La última vez que nos vimos confrontados a casos tan graves, fue durante la guerra civil, entre 1967 y 1970, recuerda este médico.
Durante el conflicto de Biafra, más de un millón de personas murieron de hambre o por enfermedades ligadas a la falta de alimentos, después de que el gobierno federal impusiera un bloqueo tras la declaración de secesión de esta región del sureste.
Hoy, en el norte, la inestabilidad y los combates han desconectado del mundo a gran parte del territorio. Las carreteras están bloqueadas por el ejército y los habitantes viven reagrupados en campamentos en los que falta de todo.
Los agricultores no pueden impedir los incesantes saqueos de sus cosechas, los campos están devastados o repletos de minas antipersona, los puntos donde hay agua están contaminados y la escasez ha hecho disparar los precios en los mercados.
En los campos de desplazados, los médicos y el personal humanitario pesan a los niños, que están desesperadamente flacos, miden la circunferencia de sus brazos. Las enfermeras anotan datos, cifras, sin cesar.
De los 290 pequeños pacientes, de entre seis meses y cinco años, atendidos en julio en el centro de Gwange, 30 fallecieron. En agosto, fueron admitidos 378 niños, 72 murieron. Al menos dos niños mueren cada día entre estas paredes.
La comunidad internacional debe hacer más o nos enfrentaremos a una catástrofe, advierte Toby Lanzer, coordinador humanitario de la ONU para la región del Sahel.
Harían falta, según Lanzer, 385 millones de dólares adicionales únicamente para el noreste de Nigeria, y un total de 559 millones de dólares para toda la región del lago Chad, hasta donde se extendió el conflicto y donde 6,3 millones de personas se hallan en inseguridad alimentaria grave.
Pero en Gwange, Javed Alí Baba, coordinador de urgencias para MSF, es pesimista. Todavía hay mucha gente que necesita ayuda allí, dice, en alusión a todas las zonas a las que sus equipos no pueden acceder.
Por: La Jornada