El papa Francisco convive con niños procedentes de diversas localidades del centro de Italia que en los últimos meses se han visto afectadas por los diversos terremotos. en el Aula Pablo VI del Vaticano
CIUDAD DEL VATICANO (EFE). El papa Francisco conversó ayer en el Vaticano con unos 400 niños procedentes de diversas localidades del centro de Italia que en los últimos meses se han visto afectadas por los diversos terremotos que han golpeado el país.
El acto forma parte del proyecto conocido como El tren de los niños, una iniciativa impulsada por la organización Cortile dei Gentili, una estructura del Consejo Pontificio de la Cultura, que traslada al Vaticano a menores para que puedan conocer y conversar con el Sumo Pontífice.
En esta V edición, los pequeños procedían de localidades como Norcia, Cascia, Accumoli, Amatrice, Arquata del Tronto y Acquasanta Terme, situadas en las regiones del Lacio, Las Marcas y Umbría, zonas que presentan severos daños como consecuencia de los movimientos telúricos que se han sucedido desde agosto de 2016 en el país.
Los niños llegaron al Vaticano en torno a las 11.30 horas locales y fueron recibidos por la asociación Sport Senza Frontiere y por la orquesta Maré do Amanhã, cuyos músicos proceden de una favela de Río de Janeiro.
Después, se trasladaron al Aula Pablo VI para mantener el encuentro con el papa Francisco, a quien le hicieron entrega de dibujos que habían pintado en sus respectivos colegios.
Pero antes posaron para una foto de grupo y lanzaron varios globos blancos al aire en memoria de las víctimas de los terremotos.
El acto se desarrolló en un clima distendido y de cierta espontaneidad, pues el papa prefirió escuchar a los pequeños sin protocolos.
Me dicen que tengo que hablar, pero a mí me gusta escuchar, confesó el líder de la Iglesia católica.
En este momento, invitó a una de las presentes a acercársele y a contarle lo que quisiera decir y la niña aprovechó para explicarle que cuando acabara iría a un restaurante, unas palabras que Francisco no se esperaba y que le arrancaron una espontánea sonrisa.
¿Tienes hambre?, le preguntó de inmediato. Cuando uno te dice quiero ir al restaurante es un modo de decirle al papá no te alargues demasiado, tengo ganas de comer, comentó.
En el acto, también hubo niños que le contaron cómo han tenido que superar el hecho de dejar sus hogares para vivir en las estructuras que el gobierno les ha facilitado de forma provisional hasta que sus localidades vuelvan a ser levantadas.
Esto que han vivido es una cosa fea porque es una calamidad ( ) y las calamidades hieren el alma, pero el Señor nos ayuda a recuperarnos, señaló el papa.
Una de las cosas que más le gusta a Jesús, una de las palabras que más le gusta al Señor, es la palabra muchas gracias. Les quiero agradecer a ustedes y decirles gracias por esta visita, por venir aquí, por venir a recordar aquel feo momento, puntualizó Francisco.