Esteban Moreno/Trascender Online
Como cada año, cientos de hombres y mujeres de diferentes edades comenzaron el día alegre, motivados y con entusiasmo acompañado de la fe católica que distingue a los chiapacorceños; hoy todos se visten de parachico; un personaje reconocido a nivel mundial por su colorida vestimenta, su baile típico y su sátira a los españoles de la época colonial.
La fiesta de los Parachicos data de hace más de tres siglos, cuando los antiguos Chiapa se disfrazaron para alegrar al hijo de María de Angulo, una mujer acaudalada que llegó a estas tierras proveniente de Guatemala en busca de la cura de una extraña enfermedad en sus hijos.
Dicen los que cuentan la leyenda que en Chiapa de Corzo su hijo se salvó y como pago la señora de Angulo en una época de hambruna regaló comida a los pobladores.
Desde esa época el personaje del parachico tomó partícipe de las fiestas católicas que se celebran en honor a San Sebastián y San Antonio de Abad; hoy en día son cientos y miles los que se viste de multicolores para llevar de ríos de alegría y canto las calles de esta ciudad colonial; una ciudad que destaca por su tradición y cultura en una fiesta considerada la más representativa del Estado.
El parachico porta una montera elaborada de ixtle, una mascada de madera con detalles finos en los ojos, cejas y chapeada a semejanza de una piel blanca como la de los españoles; porta una chalina negra sujeta a la cintura, dos listones cruzados en el pectoral y cubierto con un zarape de colores y en la mano derecha carga un chinchín que no deja de sonar al unísono de gritos de Viva Chiapa de Corzo, Viva San Sebastián, Vivan los Parachicos. Durante el recorrido son acompañados con la música del tambor y carrizo; esa que los hace vibrar y bailar de gozo durante más de diez horas por todo el pueblo.
Así son las fiestas en Chiapa de Corzo.