Muñecos y peluches tienen gran valor terapéutico y son una herramienta para tratar disturbios en los niños juguetes con poderes.
CIUDAD DE MÉXICO. Para la sicología infantil, el osito de peluche ofrece mucho más que su textura suave y su mirada bondadosa. Es una herramienta clave en el tratamiento de trastornos de comportamiento graves, como la ansiedad y la depresión. Se estima que más de 30 diferentes terapias, aprovechando la serenidad y confianza que evoca, hacen uso de este juguete para tener acceso a la mente de un niño.
Ésta es también una de las bases de trabajo en Neuroingenia, un centro de tratamiento e investigación sicológica en la Ciudad de México, que recibe a la semana cerca de 25 niños, entre 4 y 12 años. Según la doctora Regina Ojeda, directora clínica de Neuroingenia, el osito de peluche, por ejemplo, es un juguete antiguo que se emplea con frecuencia en la actualidad para tratar a niños.
No es tan fácil detectar ciertos problemas en los niños, porque se expresan de una manera totalmente diferente a la de un adulto. Sin embargo, cuando se detecta un trastorno en los primeros años de vida, se evitan situaciones mucho más graves más tarde, dice la doctora. Si intentas platicar con un niño como si fuera un adulto, va a ser difícil que conteste. Ahí entra el juego. Es más fácil si le preguntas, ¿Qué siente el osito?.
Para los pedagogos, ese procedimiento terapéutico transforma un juguete en un objeto de transición. En terapia, pones a jugar a los niños para que a través del juego se discuta cuál es el rol del papá, de la mamá y el del niño, explica la pedagoga Mariana Asúnsolo.
Los usos prácticos son innumerables y, en general, las actividades funcionan mejor con la participación de los papás. Si el papá entra en el juego, es más fácil abrir camino en la comunicación, explica la doctora Regina. Lo mismo con la mamá. Un ejemplo es que le diga al niño que cuide al osito cuando salgan de la casa.
Por un lado, el niño se beneficia de un factor que le dará seguridad, cuidará de su autoestima en un ambiente desconocido, y le inculcará sus primeras nociones de responsabilidad. Si al niño le da miedo dormir solo, el oso puede representar la figura de los papás. Y con las tareas de la escuela, el niño puede encargarse de enseñarle a un muñequito las matemáticas.
Los ejemplos, simples, contienen principios de madurez y auxilian en el desarrollo cerebral infantil de manera más amplia que un videojuego, dice la médica.
El videojuego puede funcionar como un chupón, para hacer callar al niño. Pero justamente en la niñez es cuando su cerebro necesita estímulos más complejos, no sólo motrices.
Con casi 20 años en el mercado, la fabricante Build-A-Bear apenas empieza a explorar el potencial terapéutico de sus productos. El primer descubrimiento fue con unos niños que estaban en el hospital. Resulta que el contacto directo con un peluche los hace sentir protegidos. Nos pusimos a investigar el tema y, sinceramente, no imaginábamos que un osito podría romper tabús, dice Erik Peña, director de mercadotecnia de la marca. Con más de 15 licencias de artículos distintos, el oso es todavía el campeón de ventas en volumen.
Si para los niños su importancia es incuestionable, también a los adultos el tema de los osos de peluche y los juguetes parece jugar con sus emociones. Una prueba reciente de ello es el éxito y el llanto que generaron las escenas finales de Toy Story 3 (2010), animación en la que los juguetes sufren al ver a su dueño crecer y olvidarlos.
El motivo de esta reacción de la audiencia ante este filme, según Regina, es la nostalgia que nos causa y el hecho de que nos confronta con no saber cerrar ciclos. El adulto no extraña al oso, más bien extraña el recuerdo que el juguete le trae, explica. Los papás jamás nos enseñan a despedirnos de los juguetes, a regalarlos, a poner fin al ciclo.
Por Excélsior