Se trata de un grupo especial que antes de ir a combate debe elevar capacidades, como nadar largas distancias sin respirar.
CIUDAD DE MÉXICO.- Cuando un hombre entra por primera vez a esta alberca, suele no durar más de dos minutos bajo el agua. Pero cuando lo liberan de ella y lo envían a la fosa de clavados, está listo para bajar a las profundidades y prepararse para recuperar municiones, objetos de salvaguarda o jalar el hilo de la muerte y mantener viva a una persona.
Este lugar, donde un cuerpo de buzos se prepara para hacer la diferencia en situaciones de desastres naturales, es el campo militar 37-B de Temamatla, Estado de México. En él, con ayuda de una alberca olímpica y una fosa de clavados que va de los tres a los 10 metros de profundidad, integrantes del Cuerpo de Fuerzas Especiales de la Secretaría de la Defensa Nacional han potencializado en el año reciente su entrenamiento acuático.
En un día de entrenamiento se pueden usar 50 tanques de oxígeno. Hasta el año pasado, este servicio era suministrado por una empresa privada que requería, además, el traslado de tanques para su llenado. Tener ahora un compresor en las propias instalaciones les brinda a los militares la posibilidad de llenar ocho tanques en aproximadamente 30 minutos. Además, ahora cuentan también con un compresor portátil que es de utilidad para llenar los tanques, cuando se encuentran en una misión de rescate y salvamento.
La capacitación para este cuerpo de buzos es en dos etapas: la primera dura cuatro semanas y se lleva a cabo en las instalaciones de Temamantla; sirve también para seleccionar a quienes podrán formar parte del grupo de buzos de combate.
Se toman en cuenta parámetros físicos y acuáticos; en los físicos se considera una distancia de cinco kilómetros, fuerza en brazos y abdomen; mientras que en las actividades acuáticas los parámetros mínimos son 25 metros de apnea a distancia, o sin respiración, un minuto 20 segundos de apnea pasiva y natación de 300 metros en estilo libre, explica el capitán Ricardo Martínez, coordinador anfibio de Fuerzas Especiales.
En esta primera etapa, los elementos incrementan su capacidad pulmonar y pueden pasar de tener una apnea o suspensión de la respiración de alrededor de 60 segundos a alcanzar o rebasar cuatro minutos.
Después el reto es familiarizarse con las actividades dentro de la fosa e incrementar la capacidad de sumersión a pulmón, que debe pasar de los dos metros que tiene de profundidad la alberca, a los 10 que alcanza la fosa.
En la fosa practican el salvamento acuático, especialmente útil en situaciones de desastres naturales, donde es activado el Plan DNIII.
Además, son capacitados para patrullar, navegar, tomar playas en terreno hostil y caída libre desde trampolines de hasta 10 metros de altura, esto con miras a practicarlo en la segunda etapa en mar abierto.
Durante cuatro semanas, los buzos en formación pasan más tiempo bajo el agua que en tierra firme. Y entonces están listos para el entrenamiento en aguas abiertas, en el campo de Cozumel, Quintana Roo, que durará 12 semanas y donde el reto será familiarizarse con las condiciones de la naturaleza.
Luego los elementos se distribuirán orgánicamente dentro de los batallones de Fuerzas Especiales de la Sedena y estarán listos para saltar al agua y responder a las emergencias que les requieran.
Por Sipse