Walter Rincón Rovelo/Trascender Online Noticias
La noche de anoche fue diferente. Me atrevo a narrarlo porque, primero, quienes compartieron esos momentos, me dieron permiso de hacerlo, claro, sin mencionar nombres, no vaya hacer que quienes lo lean se sientan aludidos por tener la piel sensible, y para qué quiero reclamos estériles.
Fue una velada extraña, porque ni siquiera tenía pensado pasar un viernes por la noche en un antro. Soy de las personas que gustan disfrutar de una cerveza bien fría o un pomo, pero solo y en mi casa, sin embargo mi amigo El Pachuco, así lo llamaré para ocultar su identidad, fue el responsable de vivir esta aventura.
Creo que todo comenzó como a eso de las 7 de la noche. Yo estaba en el periódico para el cual trabajo. Una voz aguardientosa me dijo al otro lado del auricular: pinche gordo quiero tomarme una cerveza contigo, no vayas a decir que no, como es tu costumbre, ya tiene tiempo que no nos vemos.
De inmediato supe por la divina providencia del alcohol, que esa llamada telefónica iba hacer el preludio de una crónica de una parranda anunciada. Me apuré como nunca a editar el periódico. A las 10 de la noche, me sentí liberado. Tomé mi carro y me dispuse a acudir al encuentro.
El punto de reunión fue La Caza Azul. Cuando llegué, mi amigo el Pachuco ya aguardaba impacientemente mi presencia. Después de un breve pero efusivo y caluroso saludo, decidí que el dios Baco tomara las riendas de esa interminable noche.
La plática fue amena, mas no el ambiente. El Pachuco se quejaba a cada momento posible que el lugar estaba repleto de hombres, que el género opuesto estaba ausente. Después de un par de horas, como a eso de las 12 con 30 minutos terminé por aceptar sus condiciones, es decir, trasladarnos a otro lugar en busca de unas caras bonitas y cuerpos suculentos.
Pero oh sorpresa, el antro que decidí, La Cantinita estaba más aburrido que un funeral y para el colmo la única mujer en el lugar, era la que invitaba a pasar con la estupenda promoción de dos chelas gratis en la compra del primer cubetazo. Pero para mala fortuna, la cerveza era Corona, y el Pachuco y yo somos abrasivos irremediables de la tkt lithg.
Ni tardo ni perezosos decidimos cambiar de escenario.(El Pachiuco ya traía el gusanito de cantar. Esa es una de sus extraordinarias cualidades, aunque como siempre se lo he dicho: vos sos un talento desperdiciado), así que decidimos caminar unos 100 metros para introducirnos al mundo de Galerías.
Ya en ese antro, el Pachuco sin menospreciar el tiempo pidió dos canciones en karaoke, Descarada de Reyly Barba, y Debut y despedida, esa ahora no recuerdo el autor, pues a las 6:35 am que me encuentro redactando esta historia, difícilmente puedo acordarme de mi nombre.
Me llamó la atención que un empresario, de esos que los tuxtlecos decimos de medio pelo haya decidido sentarse en nuestra mesa. La plática se centró en cosas banales como la inmortalidad del cangrejo, pero mi sentido quisquilloso me obligó a preguntarle qué opinaba del gobernador Manuel Velasco Coello.
Palabras más, palabras menos, pero eso sí como si yo le hubiera faltado el respeto, me dijo con tono beligerante que en Chiapas no hay gobernador, que el tipo que se llama Manuel Velasco Coello se ha encargado de romperle la madre a la iniciativa privada, por eso pronto todas las cámaras empresariales se sumarán al movimiento magisterial.
Reconoció que como empresario, de manera individual no pueden evidenciar al gobierno del estado porque podría estar de por medio la vida, o lo menos peor, que les apliquen la ley y les cierren su changarro porque hay que decirlo bro, el ayuntamiento se hace de la vista gorda, nos deja pasar algunas cosas, para que cuando nos salgamos del huacal nos apliquen la ley.
El invitado a nuestra mesa, aseguró que el mismo empresario, claro el pequeño y mediano, apoya el magisterio porque uno no sabe qué carrera van a elegir nuestros hijos pero independientemente de eso como respaldar a un gobernador que le hace falta guevos.
Después de tres cubetazos y varias canciones interpretadas con pasión por el pachuco, decidimos terminar la juerga en mi humilde morada, pero no contaba que mi amigo, me saldría melindroso, es decir ya no más chelas, pero sí un perico.
Después de dejar mi vehículo en mi casa, porque la experiencia me ha enseñado que no hay que manejar bolo para no ser sometido a madrazos por la policía estatal, decidí acompañar al pachuco en busca de su tranquilizante.
Puedo jurarlo, no conocía Patria Nueva de noche, muy noche, me recordó la película El Infierno, más cuando el Pachuco se acercó a dos personas ubicadas en una esquina para pedirle su tranquilizante. No mames, el tipo por así llamarlo, se parecía a aquel chavito cuya escena le pide al Beny ser su acompañante a cambio de darle información de donde se encuentra el diablito y a cambio también de unas tachas.
Pensé que de ahí no saldríamos vivos, pero creo que dios es muy grande, tan grande que me permitió escribir esta historia.