Versión de la Sesión Solemne de entrega del reconocimiento Elvia Carrillo Puerto a Rosario Marín
Comunicado/Trascender Online Noticias
SENADOR ROBERTO GIL ZUARTH: Estoy seguro que en muchos de nosotros habitan sentimientos encontrados.
Por un lado, una profunda indignación frente a la desigualdad que viven todos los días las mujeres.
Un día en la vida de una mujer es una intensa y desafiante lucha contra la falta de oportunidades y también contra los prejuicios y estereotipos que las califican.
No hay espacio en la sociedad aún, en la que no persista un pretexto para la discriminación.
Se gradúan de la universidad con mejores calificaciones, pero se tardan cinco años más en alcanzar el mismo sueldo que los hombres reciben el primer día de su trabajo.
Las mujeres ganan menos que los hombres y todo parece indicar que si no hacemos nada este siglo, esa realidad no va a cambiar.
Sólo ocupan uno de cada 10 puestos directivos en nuestro país, a pesar de que hay evidencia de que las empresas con más mujeres en sus juntas directivas tienen un mejor rendimiento financiero.
Estudian igual o más que los hombres, pero la sociedad sólo le ofrece un lugar en la casa.
Si son violadas, se les echa la culpa. Antes de hacerles justicia se les cuestiona por qué iban así vestidas, por qué eligieron esa ruta, por qué iban solas a deshoras, sin la compañía de un hombre.
Pagan con el doble dolor las injusticias del sistema penitenciario, con el dolor propio y de esos niños invisibles que viven con ellas en prisión.
Promovemos acciones afirmativas para el género pero no las promovemos a ellas como personas en sus derechos.
Las queremos en la política, pero no les damos el Poder.
Cuántas veces hemos escuchado ese discurso que afirma que las mujeres son, por naturaleza, impredecibles, débiles, inestables.
Cuántas veces al día escuchamos que se le niega a una mujer un empleo o una oportunidad por si algún día, en algún momento, deciden embarazarse.
Les aplaudimos cuando llegan lejos, pero cuando les queremos reconocer sólo hablamos de su belleza y de su dulzura, porque esa es la única forma en que nuestra sociedad entiende la condición de feminidad.
Esas realidades son simplemente insoportables.
Pero también un día como hoy hay motivos de esperanza. Esperanza cuando se conocen historias como la de Rosario Marín, no sólo por lo que ha logrado para sí misma, sino por los obstáculos que ha derribado para las demás mujeres.
Muchas veces lo ha dicho: siguió luchando ante la adversidad porque sabía que si no lo hacía, a otras mujeres les costaría todavía más, con trabajo y esfuerzo, con alegría y perseverancia, no con resentimiento o con discursos estridentes.
Siempre se ha visto a sí misma desde dos espejos: como mujer y como migrante.
Ha insistido en que debemos ver a los demás con respeto y con pasión como ella ve a sus hijos.
Ha defendido sus derechos y los de otros, de aquellos que son todavía vulnerables.
Rosario rompió el techo de cristal que limita el vuelo de las mujeres.
Derribó con tenacidad el muro invisible que ahora algunos pretenden construir con rejas y ladrillos contra los migrantes.
Puso el piso para el trato digno a las personas con discapacidad.
Lo decimos desde el Senado de la República:
Usted, Rosario, es la derrota cultural del señor Donald Trump.
Esa es la historia; esa es la historia que hoy en el Senado reconocemos.
Es la historia que es prólogo de muchas historias que habrán de escribirse para otras mujeres.
Una historia que llegará a su última página, a su fin, cuando no tengamos que volver a contar como excepcional la historia de una mujer como Rosario Marín.
Enhorabuena querida, valiente y admirada Rosario Marín.
A hombre del Senado de la República, deseo expresar nuestro agradecimiento a la maestra Arely Gómez González, Procuradora General de la República.
A la diputada María Bárbara Botello Santibáñez, en representación de la Cámara de Diputados.
Al Magistrado José Guadalupe Tafoya Hernández, en representación de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Y por supuesto a la señora Rosario Marín, reconocimiento Elvia Carrillo Puerto 2016.
A todos nuestros distinguidos invitados, muchísimas gracias por su visita y por supuesto también a la familia de doña Rosario, por acompañarla en este día tan importante.
Ruego a todos ponerse de pie para entonar el Himno Nacional.
(HIMNO NACIONAL)
Se cierra la Sesión Solemne.