Carlos Rafael Coutiño Camacho/Trascender Online Opinión
La violencia política en Chiapas no solo es contra las mujeres, la ley es clara y explica que es para todos, lo que hoy se vive en la entidad, es una clara muestra de violencia a ellas y ellos, un gobierno con valores falsos ha logrado traducir esto en hechos criminales.
Desde la Secretaría de Gobierno con Juan Carlos Gómez Aranda, se equivoca constantemente y no entiende que su papel es ser encargado de la política interior, salvaguardar la paz y la estabilidad social, que no es con dinero como las cosas se calman, pero tampoco con balas ni persecuciones.
El proceso electoral en Chiapas ha traído y llevado un sinfín de acciones contra unos y otros, hay un desgarramiento de vestiduras, pero los grandes perjudicados son los ciudadanos, que son de igual forma violentados sus derechos, por el gobernador Manuel Velasco, como por los partidos políticos.
Vamos por partes, sin caer en colores partidistas, apasionamiento o amistades y simpatías, la imposición de Roberto Albores en una Alianza, donde el propio PRI no lo desea; es una muestra absurda de algofilia, donde, porque decidir que sean él, si no representa a los chiapanecos, ni siquiera en su mayoría.
Bajo la égida del poder, cada uno hace lo que quiere; en el caso de Eduardo Ramírez Aguilar, ha presentado violencia política, si es o no bueno para gobernar, es otro tema; ahora lo que hay que analizar, es el porque se ha dado un hecho constante de violencia hacia su persona.
Fue el Verde quien logró colocar junto a otros partidos a Pablo Salazar como el primer gobernador de izquierda, colocó a varios presidentes municipales como PRI-Verde; llevó a Manuel Velasco y se ha convertido en una fuerza importante al menos en Chiapas, quizá tiene derecho de exigir respeto y elegir a quien quiere como candidato.
La violencia consiste en el uso de la fuerza física o psicológica contra una persona o grupos de ellas, o en atentados contra sus pertenencias. Finalmente, Ramírez es un ser humano, como lo es Rutilio, Jesús Orantes, el propio Albores y José Antonio, este último es igualmente golpeado por esa violencia política irracional.
El ataque sistemático en conta de alguien que tenga aspiraciones es considerado como violencia política, la fuerza de la violencia sirve para aventajar, no para sumar ni construir.
Ningún gobierno es neutro, solo busca su bien común, aun por encima de la sociedad que le legitimó en tiempo, por eso no se puede hablar de orden, legalidad, estabilidad, paz social, civilismo, simplemente porque el gobierno mismo no lo es ni lo representa.
Para algunos Ramírez Aguilar puede convertirse en un mártir, para otros el sacrificado, lo cierto es que la dimensión ideológica de la violencia crece, ¿cuál será su error o delito, que hoy ese PRI de los Albores que lo vitoreo, hoy lo rechaza?
Exactamente es el caso de otro Aguilar, el de José Antonio, primero acusado ante la Interpol y luego llamado a cuentas en la Procuraduría General de Justicia del Estado, ¿de qué se le inculpa?, más que el de querer ser gobernador del estado, pensar mejor que otros.
El gobierno en su desesperación trata de ocultar la violencia estructural propiamente tal, legitimar la represión institucional, inventando cargos y delitos, no lo hace contra Eduardo Ramírez; porque no sabe como ni tiene como, pero deseos no le faltan, por el contrario, le sobran.
Siempre ha buscado deslegitimar toda violencia social contra el sistema, usa a sus medios para tal fin; incluso crea cortinas de humo, como los ayuntamientos, los maestros, los indígenas, la religión, a todos manda a la calle, es un distractor fascinante para cambiar la visión de la sociedad.
Son dos, Aguilar Bodegas y Aguilar Ramírez; los mejores posicionados, los que el pueblo quiere, pero que son el terror del poder actual, quizá por eso no quieren a ninguno de los dos y si a cualquier otro que sea a fin a sus intereses.
La ignominia que sufren José Antonio y Eduardo; es claro que viene del PRI, un partido que se ve perdido, no por los dos citados arriba, sino por un Andrés Manuel e incluso un Rutilio Escandón; que es el más beneficiado por este juego y lucha por el poder llamada gubernatura.
La violencia es inherente a una estructura social injusta, a un orden social basado en la explotación del trabajo por el capital, en la exclusión y marginación económica, social y cultural de vastos sectores de la sociedad. De hecho, la violencia no se reduce únicamente a su manifestación más ostensible, a su forma represiva, basado en dichos de Marx y Engels.
La Iglesia Católica, a través de la Teología de la Liberación, manifestó sin ambigüedad, que «la violencia originaria, raíz y principio de todas las demás violencias sociales, es la llamada violencia estructural, la injusticia de las estructuras sociales, sancionada por un orden legal injusto y orden cultural ideologizado, que como tales constituyen la institucionalización de la injusticia» (texto copiado).